Tu
estética, que quizá empezó de forma muy modesta, ha ido creciendo poco a poco
con el paso del tiempo, pero ahora parece que se ha estancado. Esto no te
preocupa, pues cada mes te entrega suficiente dinero como para no quebrar y un
ingreso estable para mantener a tu familia. Estás contenta con el estado de tu
salón de belleza.
Muchos
emprendedores deciden montar sus propios negocios para tener una mayor libertad
financiera y de tiempo. Algunas personas, hartas de tener que soportar el
horario laboral, los gritos del jefe, el mal sueldo y los chismes de las
empresas, deciden tomar sus cosas y comenzar una nueva vida, más relajada al
frente de sus negocios.
Si tu
estética ha tenido éxito, quizá tú ya estás gozando de algo de libertad de
tiempo y de un poco más de libertad financiera. Esto es excelente porque
significa que has sabido hacer bien las cosas y que has aprovechado tus
talentos para sacar adelante una pequeña empresa. Siéntete contenta y
orgullosa: muchas empresas no logran sobrevivir más que unos cuantos meses.
Sin
embargo, esto no significa que tu negocio no pueda darte más satisfacciones. Tu
estética puede ser tan grande como tú la quieras o como la sueñes. Lo único que
necesitas es atraer a más clientela. El secreto está en descubrir qué puedes
hacer tú que te diferencie de todas las otras estéticas.
Basta
un ejemplo para ilustrar esto. Según indicó la revista INC, una estética en
Estados Unidos utilizó para dar un servicio distinto a su clientela. El
servicio, aunque a primera vista parece algo muy simple, incluso risible, logró disparar las ventas. La estética centró
todos sus esfuerzos hacia el público juvenil y se apoyó en tácticas de
marketing viral y guerrilla marketing,
decoró el local con motivos juveniles y comenzó a ofrecer una cerveza gratis a
todos sus clientes. Eso fue todo.
Se
trata de reinventar los negocios. En esa estética se hace lo mismo que en todas
las demás: cortar el pelo, peinar, poner tintes… pero ese negocio ahora vale
dos millones de dólares gracias a la capacidad de los fundadores ―que no eran
peluqueros profesionales, por cierto― para reinventar un comercio normal y
tradicional.
Mayoreo de cosméticos, productos de la más alta calidad a precios accesibles.
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